Esconderse



No sé si a todas las personas les pasa, pero a más de una seguro… al menos una o dos veces en la vida. Hay ciertas épocas nefastas y perrunas en las que no hay semáforo para las situaciones. Sistemáticamente te pasa una atrás de la otra, sin respiro. Ya sabes, esos momentos que dices ¡éramos pocos y parió la perra! Desde luego que hay aspectos que no son tan malos, pero cuando te pasa todo junto lo que se siente es que no te sale ni una bien.
Cuando uno está así siente que el sol no le sale ni por asomo.
¿Y qué hace uno?, se queja. Dan ganas de salir a la calle y preguntarle al primero que se te cruce si puede ver al elefante que te está meando la cabeza. El problema es que si seguimos en esa tesitura día tras día, lo más probable es que de ver un panorama borroso acabemos por no ver nada. Realmente es un tiempo en el que se ponen a prueba muchas cosas, y sobretodo, la paciencia.
Personalmente me ayudan dos cosas a empezar a salir del bucle, escribir y usar el humor. Pensarás “Sí claro! mira que fácil, me siento a escribir todas mis penurias y listo, se me encendió la luz y encontré una solución!” Pues no, la verdad es que no es inmediato, para qué nos vamos a engañar... tarda un poco, pero es una buena manera de desbloquear y ayuda a relativizar la situación. Al final uno descubre que, si bien es verdad que le está pasando de todo y que muchas de esas situaciones no son por tu culpa, también es verdad que ESTÁ pasando, y que si esas son las cartas que tienes, pues son esas y no otras. Lo lamento, pero no te queda otra que jugar con esas. Claro que puede ser que intentes mi método y no pase nada, no te salga una palabra, no se te caiga ni media risa. En ese caso estaríamos en fase aguda, significa que el cerebro se te colapsó y seguramente estás intentando ver el paisaje desde atrás del árbol; es decir, que a duras penas puedes ver un par de flores, medio pajarito volando y escuchar un sonido que se parece al de agua fluyendo.




Y aquí viene la sección de las múltiples soluciones al conflicto.
Puedes esperar que algún alma caritativa pase por allí y te quite el árbol de un manotazo. Puedes gritarle a cada persona que pase por tu lado que algún cabrón interpuso el árbol entre tu cuerpo y el paisaje. Puedes pensar que padeces una grave enfermedad ocular porque estas viendo una imagen cortada por una cosa rugosa y marrón. Puedes liarte a patadas con el árbol. Y si eres multi-task puedes pasar por todas estas variantes a la vez.

Ese árbol puede simbolizar miles de razones para cada quien, y todas son de peso suficiente porque así es como las vivimos, son nuestras incomodidades, nuestras incapacidades, nuestra realidad aparente y momentánea. La cuestión es que el árbol está ahí y lo seguirá estando; así está planteada la escena. Somos nosotros los que elegimos dónde situarnos, por lo que en mi humilde opinión, hay dos preguntas necesarias en estos momentos:
  1. Las que desbloquean: ¿Por qué estoy detrás del árbol y no en el espacio abierto contemplando todo a la vez? Respuesta: Por miedo.
  2. Las que eliminan las culpas: ¿Para qué estoy pasando por esto? Respuesta: Para experimentar, aprender y conocerte.


Date cuenta que siempre hay elección y que una buena opción es moverse, no importa hacia dónde pero no puedes quedarte ahí detrás por siempre; al final te vas a tener que mover, si no lo haces tú será la vida quien te mueva, y créeme que no te va a gustar. Y date cuenta también que nadie nació aprendido. La bendita zona de confort de la que no salimos porque tememos arriesgar y perder, esa zona que ya esta viciada, más que manoseada, se te queda chica y encima huele a caca; pero ahí estas porque ya la conoces y te sirvió tantas veces que piensas que esta vez también te va a servir.
Y es que uno aprende con extrema facilidad a normalizar situaciones para sobrevivir y se pasa mucho tiempo de su vida temiendo salir de ese espacio de seguridad. Pero es que no nos damos cuenta que está CREADO por nosotros mismos, es ficticio; hemos estado acomodando las piezas del Tetris para que quepan como sea… porque claro ¡tienen que caber! Eso es lo que hace el cerebro, compensar lo des-compensado. Así que ahí estás, de pié, tieso, con la nariz pegada al tronco del árbol, te duele la espalda, te estás quejando sin parar y no ves nada. Total, es más cómodo estar así que moverte un milímetro ¡no vaya a ser que asome la cabeza fuera del árbol y venga un ninja con una katana y te la corte!

Para finalizar, te tengo dos noticias: La primera, es que no tengo una solución para darte. La segunda, es que si no te mueves tú al paisaje no le van a crecer patitas para ir hasta donde estas, ni se va a interponer entre el árbol y tu vista. Tampoco vendrá Hulk y arrancará el tronco por ti; y probablemente si te lías a patadas te partas las piernas, y ahí si que la jodemos.

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