Crisis


Crisis


Hoy quiero hablar de las crisis, la aceptación, los colores y la adaptación.

¿Qué es una crisis? Es un cambio brusco o una modificación importante, en el desarrollo de algún suceso. Es una situación complicada, de un asunto o proceso cuando está en duda la continuación, modificación o cese.

¿Qué es aceptar? 
Asumir una situación, asumir que es real. 

¿Qué es un color? Es una parte del espectro lumínico, y, al fin, es energía vibratoria. Esta energía afecta de diferente forma al ser humano, dependiendo de su longitud de onda (del color en concreto) produciendo diferentes sensaciones de las que normalmente no somos conscientes.

¿Qué es adaptarse? 
Es realizar cambios, acomodarse, ajustarse a una situación o un lugar distinto del habitual. Avenirse a las consecuencias. 

A mi forma de ver, entre cada uno y una situación hay un prisma.

¿Y qué es un prisma? Es una vara de cristal de caras planas no paralelas. Cuando un haz de luz pasa a través de este objeto se descompone en varios haces de distintos colores; pero siempre es el mismo haz de luz, solo que diversificado.

Cuando pienso en crisis, me viene esta situación imaginaria:

Una noche a las 3 am mientras estás durmiendo, un huracán irrumpe solamente en tu casa, rompiendo una de las paredes, y abriendo una brecha en el techo a su paso. En poco más de medio minuto, te vuela todas las estanterías, rompe la vajilla, desparrama la pila de papeles acumulada en el escritorio que tenías pendiente de revisar desde hace como 3 años, atraviesa el baño, pasa por el jardín, y desaparece.

Las luces rojas de emergencia de tu casa se encienden, y la alarma empieza a chillar sin parar, volviéndote loca. Tú, que te has incorporado de un salto en la cama, de repente, donde estaba la pared entre tu habitación y el salón, ahora ves un hueco enorme con escombros, y mucho polvo gris. 
A causa del desastre, tus vecinos que se despertaron acelerados, corren a tu casa, y dan golpes a la puerta mientras agotan el timbre, gritando que pares ese escándalo. Pero ahí sigues, sentada en el medio de tu cama, agarrándote la cabeza, intentando que tus neuronas despierten y hagan contacto.

Pasan 3 minutos, y tu mente por fin incorpora la idea de que algo atacó tu casa, y comienzas a oír la alarma, los gritos, y los golpes detrás de la puerta de entrada. 
Te levantas por inercia, quitas la alarma, abres la puerta, y una avalancha de personas cae sobre tu cuerpo, atosigándote a preguntas que difícilmente puedes entender o responder. Tú, mareada, te desplomas en el sofá... y por fin, contemplas: la hecatombe.




Mientras algunos vecinos recogen cosas del suelo y otros observan espantados, tú te levantas despacio, vas al baño arrastrando los pies, y descubres que el espejo esta roto por el suelo, no hay toalla, ni jabón, ni ducha, ni pared. 

Retrocedes, te abres paso lentamente entre la gente, y vas a la cocina en busca de un vaso para tomar agua; pero, por supuesto, no te queda ni uno sano. Incrédula, sales al jardín y el horror continúa. De toda la ropa que habías colgado, la mitad esta retorcida y ajada encima de los árboles, y la otra mitad se la llevó el huracán.
Tenías flores, plantas, y una fuentecilla para pájaros; ahora en su lugar hay agujeros y hierbajos. 
Y ahí estás, de pie en el medio de ese desastre, al aire libre con la boca abierta y los pelos enredados, los brazos a los lados del cuerpo como dos flanes informes, y como se te volaron las pantuflas,  estas descalza y te estás muriendo de frío porque hacen 5º bajo cero, y saliste en camiseta.

Solo se te ocurren dos cosas. La primera es entrar a tu casa, pegar cuatro gritos y echar a todo el mundo, meterte en la cama, matarte a golpes para dormirte y desear que sea una pesadilla. La segunda, entrar a tu casa, pararte en el medio del salón y ponerte a pegar gritos.


Acá viene la parte mystic de la cuestión

Te queda dar paso a la aceptación, al color y a la adaptación. Aunque primero te resistas, explotes, te hagas las mil y una preguntas, ten en cuenta que tendrá que llegar el momento en el que aceptes que eso te ha pasado a ti, que es real y que te sientes de así o asá por ello. Es importante, porque de nada sirve negar lo evidente o resistirte por mucho tiempo, no solucionará el caos ni te hará seguir adelante; solo hace que tardes en resolver el problema.

En cambio si aceptas, puede que el primer día ni entiendas, ni encuentres solución y tengas un humor espantoso, pero a los pocos días te saldrá el sol. Cuando todo tu mundo se mueva bajo tus pies, como primera medida, déjate caer, siempre hay suelo. Es solo desde ese punto donde puedes ponerte de pie por entero. Intenta confiar en que vas a encontrar la solución, porque siempre la hay. Pero necesitas el primer paso: aceptar lo real. 





Yo sé que quito seriedad al asunto, cuando uno se ve en el huracán es complicado (y suena ridículo) encontrarle el humor, pero para mi es una de las formas de mirar una situación.
Y explicar este concepto. 

El prisma y los colores

Si el haz de luz es el problema, el prisma es nuestro filtro, y los colores son las formas de ver dicho problema (recordar que el color es una energía, y como tal afecta a quién lo ve).
El
humor es uno de esos colores. Tengo comprobado que al quitarle una dosis de seriedad al asunto, es posible subirse un escalón por encima de la situación desde donde se puede obtener una visión un poco más objetiva de lo que pasa. Además el humor quita estrés, sube la autoestima y da fuerza.

Otro color, es repasar como estaba todo antes de que sucediese. Revisar si existían asuntos pendientes que estaban colgados, de cualquier índole. En la metáfora de la casa y el huracán, a lo mejor la estructura estaba vieja y necesitaba una reforma urgente, y siempre se dejaba para otro momento, o no se llegaba a la decisión de soltar la casa y mudarte a otra mejor, pudiendo hacerlo. Este huracán, quizá, no deja otra opción ahora.

Otro color, son las ideas que vienen y eliges pensar: que de todas las personas que hay, tú tienes una racha de mala suerte, que es culpa de tu ex, de tu padre, de alguien. O por el contrario, que para algo te pasó, que algo tienes que observar de ésto, y que no es culpa de nadie. 

Otro color, entender la caducidad. Cuando algo está a punto de caerse, se acaba, o se rompe, es inútil esforzarse por impedirlo. Si llega un fin o parece inminente, deja que sea así y pasa página. Un final trae un comienzo, y como tal no puede empezar con flecos de lo anterior.
Y una vez que ves los colores posibles en tu prisma, abres la posibilidad de adaptarte y evolucionar. Las cosas pasan por una razón (o varias simultáneamente), pero nunca 'por azar'. La casualidad, la suerte, para mi no existen. No se trata de lotería, o de que se te meó el zoológico entero en la cabeza, ni de que Dios (o lo que sea) se ha olvidado de tu existencia. Se trata de que nada es para siempre, y todo esta en continuo movimiento. Ninguna situación se repite, por parecida que sea.

El destino fijo y cerrado no existe, sino que lo hace uno caminando. Uno es el que elige las cartas con las que juega, y la vida te presenta la situación de acuerdo a cómo te estás moviendo. No dudo en que hay personas que pueden dar información sobre lo que puedes encontrarte de aquí a un tiempo según como tú te estas moviendo, pero son posibilidades latentes.
Para mí estar vivo es estar en la escuela; a veces te toca recreo, a veces clase, y a veces el despacho del director. No sé que título se obtiene al final, ni si lo hay, pero lo cierto es que nadie nace sabiendo, ni muere sin experiencia alguna. Nacemos con un cuaderno en blanco, un lápiz y una palmadita en la espalda animándonos a entrar por la puerta grande de la escuela. No nos dicen qué materias aprenderemos, ni en qué curso estaremos, no sabemos qué compañeros tendremos ni qué profesores. Ni cuáles son las reglas. Lo único que sí nos dicen es que aún cuando no lo parezca: tenemos elección.

Vamos aprendiendo por tanteo, por observación, y de oídas. Muchas veces lo que escribimos en el libro no nos gusta nada, o esta todo mal, pero… ¡Oops! no nos dieron goma de borrar, entonces hay que apechugar con la consecuencia de ello: el resultado de nuestras acciones.
Y para la próxima vez quizá ya sepas que eso que escribiste, no sirve. 
Simplemente, libre albedrío. Siempre es uno el que elige cómo ver, cómo actuar, cómo moverse. 

Comentarios

  1. Atencion a los viejos dichos:" no hay mal que por bien no venga", mas antiguo que mi bisabuela pero ¡tan cierto!! Me encanto leerte Jor, y comprobar una vez mas cuanto has capitalizado, de tus experiencias en los ultimos tiempos. Hasta un lagrimon se me escapo, de pura emocion nomas, recordando las interminables charlas, con tecito y tortita y calendario mediante. Me enorgullece, sentirme parte de ese proceso tuyo. Felicidades y...¡¡vamos que quiero masss!!!!
    Patri

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