Ocupar TU Sitio

Ocupar TU Sitio


Me estoy dando cuenta de algo, de una nueva visión; pero me encuentro en la antesala, observando cómo se forma.

Por mucho tiempo yo estuve percibiendo que tenía que hacerme sitio, y de varias maneras. A veces en un ambiente más invasivo que respetuoso, donde tan solo para ser escuchada era necesario hablar por encima de otros, elevar mi voz, rebelarme, estallar. Porque la verdad es que no; dócil y sumisa nunca fui. 

Aprendí a no respetar y no respetarme. De alguna manera acepté y me creí que si no era escuchada era porque yo no era importante. Y si eso era cierto, entonces no valían la pena ni yo ni mis productos. ¿Para qué insistir si ya sabía el final? Si casi siempre había alguien más escuchado que yo.

-Notar que hablo de percepción, no de una verdad. Esto es importante.-

Tanto me lo creí, que las cosas que valían la pena de ser contadas me las guardaba, porque me acostumbré a estar en un 2º lugar. Ser el centro de atención se convirtió en un sitio extraño, en dónde sentía culpa y vergüenza. Algunas veces había llegado a ocupar ese sitio pasando por el camino del escándalo, las discusiones, los dedos acusadores. 
¿Quién iba a querer estar ahí?

Seguramente llegó un momento en el que los caminos agradables eran menos frecuentados que los desagradables, y fui perdiendo las ganas de ocupar ese lugar, mi sitio, el que me corresponde... uno, con un sofá precioso, cómodo, único.
Bueno en realidad siempre se está ocupando un lugar propio, pero se siente como que no es ese, o que ese está lleno de cosas que no te pertenecen. 
¿Se entiende?


Casi pero no ahí

Me senté en una silla cercana a mi sitio, al de todo mi potencial, y desde ahí observaba la magia, incluso era parecida a la que veía suceder en otras personas. De vez en cuando probaba ir ahí, me medio sentaba en el sofá, haciéndome una con toda esa magia, hasta que me daba cuenta de que los focos se acercarían, y entonces eso me traía el recuerdo de 'ojo que después te va a joder', entonces me volvía a la silla.

Curiosamente nadie jamás se sentaba en ese sofá, solo yo, un ratito.
Las personas que se me habían acercado 
hasta ahora, en líneas generales, se parecían a mí porque tampoco ocupaban del todo su lugar, y algunos estaban mucho más enojados que yo por eso. Nos juntábamos porque hablábamos el mismo idioma, conocíamos las mismas reglas. Pero tanta similitud de sensaciones terminaba por aburrirnos, o destruirnos, porque no podíamos soportar ver como el otro se ausentaba de su sitio.

Y llegó un día en el que la silla de siempre me hacía doler el cuerpo, y se estaba quedando vieja. En cambio, el sofá como no lo había usado mucho, estaba casi nuevo. Otras personas se acercaron a mi zona, con el mismo problema, y también estaban cansadas de sus sillas.
Ninguna sabía bien cómo se hacía, pero igualmente se animaban a estar sentadas en sus sitios un rato más largo que las otras veces. Las veía dudar, sudar y temblar cuando la luz se acercaba y les enfocaba, pero ellas aceptaban todo eso cada vez un poquito más. Lo lograban porque se observaban unas a las otras, se veían hacerlo y eso las hacía sentir bien, apoyándose mutuamente.


Hacerse cargo

Un día me tocó a mí, fui y me decidí a sentarme en mi sofá un rato largo, y todas esas personas estuvieron ahí rodeándome, animándome a quedarme un rato más con caricias. Todas estaban ahí para mí, mostrándome que también podía ser agradable ocupar mi sitio, que cuando viniera la luz podía ser vista primero por ellas, que me escuchaban, me respetaban, y que nunca iban a impedir que me fuera si yo quería, pero ahí estarían nuevamente para mi.

Empecé a tener sensaciones nuevas, extrañas y rotundas. Eran tan notorias que se grababan en mi como una impronta, una huella nueva. Otra manera de ver mi sitio había comenzado a crearse.

Y por fin, no volví a la silla, ni a ninguna otra. Me quedé ahí sentada en mi sofá.

Muchas veces nos pensamos que lo que vivimos y aprendimos es la única verdad, que es nuestra historia y nuestro destino. Pero la vida es tan noble, y tan buena maestra, que siempre nos da la oportunidad de ponerlo todo en duda, de observar, reformular y cambiar aquello que no nos sirve. Hay que prestar atención a nuestros reflejos, porque como somos luz, al iluminar algo o alguien cerca nuestro creamos un juego de reflejos.
En lugar de descartarlos, utilicémoslos.



Estar en el centro es estar aquí y ahora. 

Ocupar tu sofá es un arte de destreza mayor, consistente en compensar la gravedad interna y la externa. ¿Se entiende? Todo eso que te hace caer, lo que manifiestas, lo que atraes, lo que es para uno. Ni más ni menos que saber que te puedes sostener a ti mismo. 

En el presente los polos opuestos se atraen en un punto medio, y todo cobra sentido en una línea única, indivisible y tan clara como la luz del día. Eso es estar en equilibrio. No es estar bien o mal. Lo cierto es que cada Ser es responsable de lo que atrae hasta esa línea, por lo tanto, es célebre inconstante de energías dominantes en peso.

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